Templos y cultos en el Espiritismo
En la Revista Espírita de 1858, concretamente, en el número correspondiente al mes de abril, podemos encontrar el testimonio del Espíritu Bernard Palissy. Su opinión es muy concreta, y a la vez confirma una de las ideas más básicas del Espiritismo:
Por templo, el corazón del hombre; por culto, el bien que hace.
El Espiritismo de Allan Kardec establece una realidad indiscutible: ya no es necesario acudir a lugares de culto a orar; ya no es necesario rezar en un sitio concreto, de una determinada forma. De hecho, el término «rezar» es eliminado, en gran parte, en la filosofía, viéndose sustituido por la palabra y el acto de «orar«.
Debemos ser muy concisos acerca de los conceptos que los Espiritistas ponemos en marcha.
Generalmente, otras religiones exponen que es necesario rezar una determinada cantidad de veces al día, en un lugar concreto y de una forma concreta. Por ejemplo, en el Catolicismo se explica que es casi imprescindible que el culto a Dios se realice en las Iglesias. Incluso, los rezos son estructuras ya establecidas que siempre se repiten las veces que el sacerdote diga. Algo parecido sucede con otras creencias. No obstante, no ocurre así en el Espiritismo.
Los Espiritistas no rezamos, sino que oramos: no hay estructuras ni fórmulas establecidas. Simplemente, hablamos con Dios, le alabamos, le contamos lo que nos sucede, de corazón. Y, si es necesario, le pedimos ayuda ante las situaciones que tenemos entre manos. Todo esto, por supuesto, se debe realizar de manera sincera. Dios conoce hasta nuestros pensamientos más profundos, por lo que no podemos ocultarle nada. Él decide lo que mejor nos viene, en cada momento.
La oración se puede hacer en cualquier lugar, en cualquier momento, y es, como hemos comentado, una conversación con Dios. No hay fórmulas establecidas, por lo que podemos decirle lo que queramos, siempre con sinceridad.
Hay dos tipos de oraciones:
- De palabra o pensamiento: con nuestro pensamiento, hablamos con Dios, conversamos con él en lo más íntimo de nuestro ser.
- De acto: las oraciones de acto son oraciones en las que el protagonismo está en los actos que realizamos, en lo que hacemos. Siempre, por supuesto, con actos orientados al bien. Ya se decía en los libros codificados por Allan Kardec: «Valen más los actos que las palabras».
Una curiosidad: ¿Sabíais que existen personas que no oran de pensamiento, pero que realizan muchos actos buenos? A los ojos de Dios, además de progresar gracias a su ayuda orientada al bien, también echarán una mano a su prójimo. Algo muy importante.
¿Oro bien en mi casa? ¿Y en el trabajo?
Partiendo de la base de que la oración se puede hacer en cualquier lugar y momento, y que el mejor culto que podemos realizar es el bien:
- ¿Podemos orar de camino al trabajo?
- ¿Podemos orar en casa?
- ¿Podemos orar mientras esperamos en la consulta del médico?
Ante este tipo de situaciones, tenemos que contestar con un rotundo si. Repetimos: se puede elevar el pensamiento a Dios en cualquier momento y lugar, en cualquier situación.
Y, respecto del culto que debemos tener, el más importante es el bien que podamos realizar, en todas las circunstancias de nuestras vidas.
Fotos: FlickR (Teseum), FlickR (Hamed Parham)