Modo de hacer
“Es suerte que haya en vosotros el mismo sentimiento que hubo también en Cristo Jesús.” -Paulo. (FILIPENSES, 2:5.)
Todos hacen alguna cosa en la vida humana, más raros no vuelven a la carne para deshacer cuanto hicieron.
Aun mismo la criatura ociosa, que paso el tiempo entre la inutilidad y la pereza, es constringida a tornar a la lucha, a fin de desintegrar la red de la inercia que tejió alrededor de si misma.
Solamente construye, sin necesidad de reparación o corrección, aquel que se inspira en el padrón de Jesús para crear el bien.
Hacer algo en Cristo es hacer siempre lo mejor para todos:
Sin expectativa de remuneración.
Sin exigencias.
Sin mostrarse.
Sin exhibir superioridad.
Sin tributos de reconocimiento.
Sin perturbaciones.
En todos los pasos del Divino Maestro, lo vemos en la acción incesante, a favor del individuo y de la colectividad, sin prenderse.
De la carpintería de Nazaret a la cruz de Jerusalén, pasa haciendo el bien, sin otra paga más allá de la alegría de estar ejecutando la Voluntad del Padre.
Exalta el veintén de la viuda y alaba la fortuna de Zaqueo, con la misma serenidad.
Conversa amorosamente con algunas criaturas y multiplica el pan para millares de personas, sin alterarse.
Reirguió a Lázaro del sepulcro y camina para la cárcel, con la atención centralizada en los Designios Celestes.
No te olvides de hacer para la felicidad común, en la línea infinita de tus días y de tus horas. Todavía, para que la ilusión no te imponga la hiel del desencanto o de la soledad, ayuda a todos, indistintamente, conservando, por encima de todo, la gloria de ser útil, “de modo que haya en nosotros el mismo sentimiento que vive en Jesucristo”.
El texto que leemos arriba pone especial atención en la actitud que tuvo Jesús, en su época de encarnación en la Tierra. Y es que, sencillamente, el maestro entre los maestros no se detuvo ni una sola vez. Siempre estaba realizando alguna actividad, ya sea ayudando a personas de manera individual, ya sea echando una mano a diferentes tipos de grupos.
De la misma manera que Jesús, los Espíritus (encarnados o no) tienen diferentes labores, objetivos y misiones que ejecutar y que completar. Pueden seguir, y se les anima, a ayudar en todo tipo de ocasiones y momentos, siempre según sus posibilidades y recursos disponibles. De esta forma, no solo ayudarán al prójimo en su camino hacia la perfección, sino que se ayudarán a ellos mismos, consiguiendo y perfeccionando virtudes.
Al fin y al cabo, el fin propuesto es el de llegar a la perfección, poniendo en marcha las tareas necesarias con todo el amor posible.
Fuente: Fuente Viva (Libro)
Imagen: PxHere – Autor desconocido