En la gran romería

“Por la fe, Abrahán, siendo llamado, obedeció, yendo para un lugar que había de recibir por Herencia; y salió, sin saber para donde iba.” – Paulo (HEBREOS, 11:8;)

Por la fe, el aprendiz del Evangelio es llamado, como Abrahán, para la sublime herencia que le es destinada.

La conscripción atiende a todos.

El gran patriarca hebreo salio sin saber para donde iba…

Y nosotros, por nuestra vez, debemos erguir el corazón y partir igualmente.

Ignoramos las estaciones de contacto en la enorme romería, más estamos informados de que nuestro objetivo es Cristo Jesús.

¿Cuántas veces seremos obligados a pisar sobre espinos de la calumnia? ¿Cuántas veces transitaremos por el camino escabroso de la incomprensión? ¿Cuántos aguaceros de lágrimas nos alcanzaran el espíritu? ¿Cuántas nubes estarán, interpuestas, entre nuestro pensamiento y el Cielo, en los largos trechos de la senda?

Insoluble respuesta.

Importa, con todo, marchar siempre, en el camino interior de la propia redención, sin desanimarnos.

Hoy, es el sudor intensivo; mañana es responsabilidad; después, es sufrimiento y, en seguida, es la soledad… aun así, es indispensable seguir sin desanimo.

Cuando no sea posible avanzar dos pasos por día, trasfirámonos para delante, por lo menos, algunos milímetros…

Si abres la vanguardia en horizontes nuevos de entendimiento y bondad, iluminación espiritual y progreso en la virtud.

Subamos, sin reposo, por la montaña escarpada:
Venciendo desiertos…
Superando dificultades…
Atravesando nieblas…
Eliminando obstáculos…

Abrahán obedeció, sin saber para donde iba, y encontró la realización de su felicidad.

Obedezcamos, por nuestra vez, conscientes de nuestro destino y convencidos de que el Señor nos espera, más allá de nuestra cruz, en las cimas resplandecientes de la eterna resurrección.

Hablemos de la fe, esa gran incomprendida y olvidada. Ponemos como ejemplo a Abrahám, una de las personalidad más importantes del Judaísmo, Cristianismo e Islam. Su presencia se torna como una de las más especiales de los respectivos libros de las religiones comentadas.

Abrahám fue elegido por Dios para ser el patriarca de Israel, guiando al pueblo por todo tipo de situaciones. El fin era conseguir su salvación. Para ello, tuvo que poner en marcha su gran fe en Dios, obedeciéndole a todas las peticiones realizadas.

La fe es uno de los atributos más difíciles de conseguir, ya que requiere de una confianza casi total en Dios, sus deseos y sus designios.

¿Tuvo Abrahám dudas a la hora de seguir los pasos que Dios le indicaba? No, solo se puso manos a la obra, teniendo confianza en que todo iba a estar bien.

Como hizo Abrahám, debemos tener fe en los designios de Dios, en que si seguimos la senda recta y correcta, todo estará bien. De la misma manera, él dispone de una gran cantidad de Espíritus buenos y puros que nos asisten a cada momento, y que ayudan a todas las personas que quieren ser ayudadas.

Si queremos conseguir la perfección en el menor tiempo posible, solo debemos tener fe en Dios, y en todo lo bueno que quiere para nosotros.

Fuente: Fuente Viva (Libro)
Imagen: GetArchive