Por los frutos

“Por sus frutos los conoceréis.” –
Jesús. (MATEO; 7:16.)

Ni por el tamaño.

Ni por la configuración.

Ni por los ramajes.

Ni por la imponencia de la copa.

Ni por los frutos verdes.

Ni por las puntas resecas.

Ni por el aspecto brillante.

Ni por la presentación desagradable.

Ni por la robustez del tronco.

Ni por la fragilidad de las hojas.

Ni por la cáscara rústica o delicada.

Ni por las flores perfumadas o inodoras.

Ni por el aroma atrayente.

Ni por las emanaciones repulsivas.

Árbol alguno será conocido o amado por las apariencias exteriores, más si por los frutos, por la utilidad, por la producción.

Así también nuestro espíritu en plena jornada…

Nadie que se consagre realmente a la verdad dará testimonio de nosotros por lo que parecemos, por la superficialidad de nuestra vida, por la epidermis de nuestras actitudes o expresiones individuales percibidas o apreciadas en el pasaje, más si por la sustancia de nuestra colaboración en el progreso común, por la importancia de nuestro concurso en el bien general.

“Por los frutos los conoceréis” – dijo el Maestro.

“Por nuestras acciones seremos conocidos” – repetiremos nosotros.

Jesús fue muy claro al afirmar que por los frutos conoceremos a las personas, a los Espíritus encarnados o descarnados. La apariencia no es nada, las acciones lo son todo.

No importa que las personas se vistan de las mejores maneras, con las mejores joyas, si sus acciones no van a la par. Y es que, un Espíritu que quiera progresar, debe realizar todas las acciones buenas que estén en su poder para poder seguir escalando la montaña de la evolución.

Existen, incluso, hipócritas que ocultan sus actos, intentando que nadie más los vea y la sociedad piense que son buenos y caritativos. Dios lo ve todo, él juzgará en su debido momento.

Fuente: Fuente Viva (Libro)
Imagen: PxHere